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HISTORIAS DE FAROS

Primer Premio en Narrativa en Rocha, Uruguay septiembre
2015
Donde el Río de la Plata se abraza con el Atlántico, a principios del
siglo XIX, en la costa, una tea guiñaba en la noche a los navegantes
que paseaban su aventura por las olas del sur salvaje y bravío.
Galeones piratas, mercantes o de guerra respetaban esa luz que era
fuente de algarabía. Divisarla significaba respirar con
tranquilidad. Un montón de palos entrecruzados y una precaria lámpara
era el improvisado faro que permanecía como vigía desde un pequeño
montículo, abrigado por un monte de talas que lo rodeaba. Los
navegantes que pasaban cerca de ese lugar aseguraban haber visto al
pie de la estructura, un hombre de pequeña estatura, al que llamaban
el “duende del faro”. En una ocasión, un violento temporal derrumbó el
faro. Un bergantín español: el “Sol de Mayo”, que realizaba su viaje
de bautismo, se desvió de su ruta y fue a encallar en un banco de
arena a pocos metros de la costa. Los tripulantes estaban a salvo y
pisaron tierra firme. Allí se encontraron con un diminuto y pintoresco
personaje, quien en forma enérgica increpó a los náufragos por haber
violado su territorio, pues según él, era parte de su reino y que toda
la costa atlántica le pertenecía, por haber sido cedida por Su
Majestad el Rey Neptuno, dueño de todos los mares. La orden dada a los
tripulantes fue drástica; abandonar el lugar, porque ya estaba en
alerta su poderoso ejército para apresarlos y fusilarlos. Ante esa
amenaza, los recién llegados huyeron despavoridos en busca de auxilio
para recoger el cargamento de la nave, ya que en sus entrañas parece
se guardaba un “Secreto de Estado”. Después de caminar varias leguas
llegaron a una precaria guarnición militar, donde consiguieron que los
auxiliaran con una carreta y un grupo de milicianos, pero al regresar
al lugar donde estaba varado el navío, vieron sorprendidos que había
sido saqueado. El llamado “Rey del Atlántico”, les dio una pista.
Desconocidos habían cargado sobre lomos de caballos todo lo que
pudieron recoger, Se dirigieron al poblado más cercano. Hasta allá
fueron los encargados del tesoro y sus circunstanciales ayudantes,
pero las investigaciones resultaron nulas y nunca tuvieron noticias de
la carga.
Los años pasaron, y en ese lugar se erguía un moderno faro rodeado
por floreciente ciudad, y en ocasión de una excavación aparecieron
restos de maderas, entre los cuales emergieron lingotes de oro y de
plata, junto a una placa de bronce que decía: “Buque Sol de Mayo.
España”.
Los descendientes de aquellos náufragos festejaron el hallazgo, no era
una leyenda. El Tesoro existía. Se reunieron y vieron con alivio y
alegría que un capítulo se había cerrado en parte, pero la incógnita
seguía. ¿Había mentido el informante? ¿Era un impostor? ¿Era
imaginado? ¿Quiénes se habían apoderado del tesoro? Ya no importaba.
El “Secreto de Estado” había vuelto a ver la luz de nuestro faro
supremo; el Sol, con el paso del tiempo. El tiempo era también un faro
que a su paso develaba misterios.
El tiempo ilumina los hechos del pasado y la verdad es otro faro
hacia el cual navega la Historia.
Juan Carlos Pirali 2015
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