La
estancia “
En esa
estancia había trabajado de capataz por espacio de muchos años, don Adán Luna,
quien cuando resolvió retirarse de sus actividades rurales, por los años 30,
vendió su tropilla, un lote de vacunos y una majada y, con lo recaudado y
algunos ahorros, adquirió una casa en las afueras de Dolores, cerca del puente
“Escobar”, por donde pasaba la “galera de Dávila”. Allí instaló un boliche con
potreros para encerrar animales. Don Adán solía contar anécdotas sobre hechos
ocurridos durante su permanencia en “
En el
citado establecimiento, llegó al mundo un niño bautizado con el nombre de
Sabino, hijo natural de la cocinera de la estancia, y, como tal, llevaría el
apelativo materno, Lucero. En “
El único motivo que alegraba sus pesares, era el cariño irremplazable de su madre, pero, ésta dejó la vida cuando él no había salido todavía de la adolescencia. De esa forma, solo y sin afectos, comprendió que en su interior comenzaba a despertar el hombre, decidiéndose a dejar la estancia. Sin más capital que dos moros domados por él, con unas pocas “pilchas” en la “maleta”, se marchó sin rumbo, en procura de algún conchabo que le permitiera vivir dignamente. No fue fácil alcanzar ese objetivo. Al tranco lento de su montado, llegó ese día con el ocaso de la tarde, a una estancia cerca del Carmen de Las Flores, justo a la hora en que la peonada estaba en la espera de la cena. Su presencia motivó algunos comentarios entre los presentes que llegaron al oído de Sabino: “Ese forastero debe se un vago y mal entretenido”… “Debe andar huyendo de la justicia”… y otras expresiones de ese tipo, que Sabino dejó pasar como si no las hubiera escuchado. Sólo trató de hablar con el capataz, quien le indicó que no necesitaba más peones, pero, debido a que la noche ya estaba encima, lo invitó a churrasquear y a pernoctar en la estancia, lo cual aceptó el visitante.
Con el alba del nuevo día, volvió a meterse en la huella, montado en uno de sus moros y llevando el otro de tiro. En la soledad del camino comenzó a cavilar sobre su origen y su destino… “¿quién habrá sido mi tata?”... “¿por qué se negó a darme su afecto?”... “para peor, mama se llevó ese secreto a la tumba”…
Después
de haber unido varios amaneceres con ocasos, donde sólo encontraba tranqueras
cerradas en su búsqueda de conchabo, llegó a una pulpería cerca del Saladillo,
donde le informaron que en una estancia vecina necesitaban reseros para arrear
tropas a
De
vuelta de uno de esos viajes, se encontraba en unas cuadreras que se
desarrollaban en la pulpería “
Aficionado al juego y a las fiestas, un día de mayo llegó a la “Esquina de Pérez”, en el partido de Ayacucho, en ocasión que celebraban un aniversario patrio. En ese lugar, se realizaban continuas reuniones que congregaban numerosa cantidad de público de toda la región.
En la tarde, mientras la taba repartía entre “suerte” y “liso” los reducidos salarios de jornaleros y mensuales, sobre “lunancas” y descoloridas mesas, rondaban ilusiones en voces que se elevaban en el grito del truco, la flor o el envido.
Al caer
la noche, con su carga de misterios, bajo la fresca enramada de la pulpería,
donde la luna tamizaba su polvo de plata, la danza encendía los corazones con
alegres compases musicales, y allí, unas trenzas y dos ojos negros cautivaron el
destino andariego de Sabino. Esa noche, las ancas de uno de sus moros sirvieron
de asiento a la moza más codiciada del pago y marchó con ella rumbo a
“
Allí, en una loma que se elevaba cerca de un meandro que formaba el río Salado, levantó un rancho de barro que cobijó su existencia junto a la mujer amada, y entre lunas y luceros, de esa fusión de dos almas, se hicieron realidad los sueños con tiernos retoños que alegraron en gratas presencias el motivo de dos vidas.
Muy
cerca de ese hogar estaba “

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Juan Carlos Pirali 3er. Premio en Mar del Plata . Junio 2008 Organizado por Biblioteca Mar
del Plata
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