Un poema perdió la
imagen que lo hizo nacer.
La pequeña iluminación que venia con la imagen
y que quizás la había creado,
quedo allí desguarnecida como un vuelo sin pájaro.
La pequeña iluminación
olvidó entonces al poema
y penetró en los ojos del poeta.
para dejar que vieran por lo menos
el poema no escrito.
Y además para aguardar
en ellos
Y sumarse a cualquier poema futuro.
Soñamos con un lector
perfecto.
Superior a nosotros.
Mejor aun que la propia lectura
de nosotros mismos.
Para él escribimos,
aunque no exista.
No podemos dejar de sentir
que se esconde detrás de ese silencio
que arrastran las palabras
como una túnica partida.
Quizás si persistimos
en este oficio desolado
de elevar torres sin andamios,
el lector que no existe
despierte alguna vez
allí donde el lector
ya no es necesario
porque al final toda lectura se lee sola.
A veces no hay allí
no tenemos donde poner las cosas
ni tampoco dónde poder olvidarlas.
No logramos hacer nada
a un lado
y aglomeramos todo adentro,
perdiendo al fin el orden y los signos,
Y así cargamos el universo encima
Con un peso creciente
Un peso que al final nos aplasta.
A menos que algo en la
sombra nos redima,
nos ponga al lado otra vez un lugar
y nos deje simplemente salir.
Quedaran por decir
casi todas las cosas
Es demasiado empezar otra vez desde el comienzo
lo que hay que decir.
Solo nuestra palabra
nos vuelve realidad.
Las palabras ajenas
a veces nos afirman la boca
y otras veces nos desplazan
lo que hay que decir.
Y así llegaremos al
final,
reales a medias,
coartados también
por lo que no hay que decir.
Seguiremos buscando
la combinación inhallable
y a veces sentiremos
una flora verbal en el vacío
una flor no totalmente ajena
a nuestro duro empeño
de ser algo en el decir y el no decir.
EL LIBRO:
DECIMO CUARTA POESIA VERTICAL Y FRAGMENTOS VERTICALES.-
EDITO EMECE . (268 Págs.)