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 El Patio de mi casa. Presentación.

 Entrando desde la calle a nuestro patio, en la parte de enfrente, quedaba la vivienda de la señora Sara Gabaldón, así la nombraba el cartero de la época, cuando asomado al patio, recitaba en voz muy alta, el nombre de los destinatarios de correo.

 Su marido,- hombre callado y amable con nosotros-, se llamaba Antonio Granados. Mejor me acuerdo de todo aquello, que de lo que cene anoche. Decía, que Antonio, era camarero y que ejercía su oficio como correturnos en los bares de Ciudad Real.

 Dos habitaciones y cocina, eran las partes disponibles de su hacienda, amen de la cuadrita, el derecho a uso y lectura en el evacuatorio y también al disfrute de soga y cubo, en el pozo.

 El agua corriente, estaba centraliza en un grifo que había en el patio y a el se acudía, para usos de boca o aseo. Ya tendrá su comentario, que haberlo, hailo.

 

 

Contaba la entrada a esta vivienda, con un tentador escalón, en el cual, nos sentábamos los niños; cinco culitos tomaban posesión del mismo; el resto haciendo corro, se asentaban en el santo y bendito suelo. Como testigo de las delicadas decisiones a tomar, -como en Guernica su árbol -, el manzano, sonreía ante las ocurrencias de los chiquillos.

 A la señora Sara, se la llevaban los demonios cuando oía que su puerta sonaba, impulsada por las tiernas espaldas de los infantes, ya que pensaba, que podría repercutir en la integridad de aquella, su puerta cristalera.

 Cuando sabia que estábamos sentados en el escalón, armada de cubo con agua, bayeta y almohadilla para las rodillas, - la mariconada de la fregona, aun no había sido inventada y aun los hombres podíamos ver algo de chicha cuando esta función se realizaba - , iniciaba .la maniobra de dejar el escalón, mas limpio que una patena.

 ¡Vamos chicos…al portal a deliberar!

 
 

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