VII

 El Patio de mi Casa. “La Chati”

 

El abuelo Valentín les hizo a los niños, el  mejor regalo posible.

En una caja mediana de cartón, les entrego su regalo. 

Con mucho miedo y curiosidad, -¡ la caja se movía ¡-, se abrió la misma y  apareció el hocico largo, redondo y gruñente, de una preciosa cerdita de capa blanca, deseosa de salir de su cárcel del transporte.

 ¿Cómo se toma a este tipo de animal, para sacarlo de una caja?.., ¿quien tendrá el honor de hacerlo?. La caja fue volcada y la cerdita, salio corriendo buscando su madre, con la algarabía de carreras y gritos de la chiquillería.

 En una reunión de urgencia en el descanso de la escalera, se acordó por unanimidad acogerla en el grupo y se decidió por mayoría simple del general, llamarla: “la Chati”.

 

 A base de besos y achuchones a la Chati, se la  convenció que era mejor aliarse con el enemigo que presentarle batalla.

 A donde iban ellos, la Chati, hacia acto de presencia e incluso marcaba el territorio, ante el enfado general de los mayores.

 Hubo un grave problema con la Pelos. Eso de tener que compartir cariños, lo llevan muy mal las mujeres, y ella, se lo hizo notar primero con el gesto adusto de arquear su lomo con su pelambrera en presenten armas, y algún ¡fuuu!, dicho de malas maneras.

 Ante la indisciplina de la Chati, paso a las manos la disputa y la Pelos, acoplada en su lomo la dio una gran carrera por el concurrido patio.

 El tiempo y alguna patada de recomendación que ambas recibieran, pusieron las cosas en su sitio.

 ¿Qué judiada no se la hizo a la cerdita?. Desde pintarla los morros, ponerla pendientes, gafas de sol, una falda escocesa, uncirla a una caja de cartón para llevar de todo, meterla en casa de la señora Sara...

 

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