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¡ Aquello, era un milagro ¡… se descubrió el comer con gaseosa, el sifón y
hasta el postre.
Hubo que ampliar la plantilla. Entraron dos chicas jóvenes, como
aprendidas y pronto fueron de gran ayuda en la cada vez más abundante
costura.
Varios comercios, vendían las prendas realizadas, pagando lo acordado por
ello.
¡ Mirad chicas, que hijo mas guapo tengo!
¡
Ya esta bien, madre!, decía el avergonzado general, saliendo en loca
carrera al patio.
Durante un tiempo, todo iba muy bien. La maquina se pago y Mari Carmen,
hacia ya sus propios pinitos.
Un mal día…., un vómito de sangre, anunció
que la alegría en la casa del
pobre, dura poco.
Don
Enrique, aquel médico que en Semana Santa recibía la fuente de rosquillos
y magdalenas que mamá hacia, se encargo de tan delicado asunto.
Al
general le daba mucho miedo asomarse a la habita- |
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ción de Mari Carmen. Había un gran tubo negro, del cual salía una goma y
se situaba el la boca de su hermana.
Cada
día , la ropa de la cama que estaba a la altura de su pecho, se movia con
mayor dificultad.
Un
día, no volvió a moverse….tenia trece añitos.
Mamá se volvió loca; Papá, trataba de consolarla con sus besos y abrazos.
El general, sollozaba en el descanso de la escalera….; mientras su
ejercito, muy serio, no comprendía nada de lo ocurrido.
Aun recuerda el general, lo negro de aquel tubo y la angustia de aquellos
días: los llantos de los padres, la ausencia de su Mari Carmen y la
presencia de la maquina de hacer punto, que nunca más llegó a funcionar.
El general, entró en una nueva etapa de su vida. Se volvió más
introvertido, mas huraño, mas asustadizo…algo que no era propio de su
anterior carácter, ni de su edad. |
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