| |
III
El Patio de mi Casa. El corral
Al
lado izquierdo de la entrada a la cueva, había un pasillo, de unos diez
metros de largo y un metro de ancho. Estaba sombreado por una parra de la
variedad “teta de vaca”; esa de las uvas gordas y casi moradas.
Era
este pasillo el elemento de unión de una vivienda interior- la del Sr.
Galo-, y a un gran espacio abierto al sol y al agua que era el corral de
la casa. Una puerta de madera con su gatera obligada, evitaba que las
gallinas se escapasen al patio o la calle, como alguna vez ocurrió y yo no
fui el culpable…creo.
El
corral, tenia a su alrededor una serie de pequeñas habitaciones, mas bien
cuadras; al fondo a la izquierda, estaban el retrete y el basurero, piezas
comunes para todos los vecinos. En esa época, no existía la recogida de
basuras diarias ni tampoco el alcantarillado que llego cuando el general,
dejo sus batallas.
|
|
En
el lado derecho, había un pozo con agua, que se usaba de fresquera,
para hacer mas apetecibles
las fru-tas
propias del verano.
Todos
los componentes tenían en sus cuadritas sus propios animales, que sacaban
adelante con los restos- pocos- de comida. Las mondas de las patatas
mezcladas con salvado o molluelo, eran junto con el Sol y el mucho
ejercicio que hacían con nuestras carreras, su mejor alimento.
Normalmente
el campo de nuestras batallas, era el patio.
El gran manzano que presidía su centro, daba sombra en la canícula a mis
abuelos y tías que oyendo el Ama Rosa, con alguna lágrima escapada,
repasaban calcetines o ponían piezas a una imposible sabana.
Después
de la siesta, quedaba ocupado el patio por las tropas atacantes llenándolo
de parapetos de sillas y de cajas de cartón que mi tío el sastre- que dios
guarde-, nos llevaba para estos menesteres.
Un
día, ante un aprieto estomacal de toda mi hueste, provocado por
tomar unos caramelos raros que a cambio
de
trapos
viejos y
recortes de
la
sastrería, el
|
|