IV

 El Patio de mi Casa. Los abuelos maternos

 Ya fue contado que toda la familia del general, vivía en la misma casa.

Sus abuelos, se llamaban, Marcelina y Valentín.

 Marcelina procedía de un pueblo llamado Fontanarejo de los Montes, cerca ya de la provincia de Toledo.

 Esta localidad, producía grandes cosas…aceite de sierra, algo de cereal, una abundantisima cantidad de caza mayor y menor y sobre todo, y  lo mejor de todo: sus habitantes. Una de estas personas, era su abuela Marcelina.

 Los recuerdos de sus ocho añitos, vividos agarrado a la falda de su yaya Lina, hacían que así pensara y sintiera nuestro querido general.

 La casa de Lina, era de acogida de todos los lugareños del pueblo, que por necesidades medicas o de resolver asuntos burocráticos, se desplazaban a Ciudad Real. Las puertas siempre estaban abiertas, sin necesidad de

 

 

ser familia o tener algún lazo de unión, más o menos de compromiso.

 Una gravísima enfermedad, la hizo padecer mucho tiempo, hasta llegar a fallecer entre los llantos de todos y el rezo de un rosario tras de otro, que la su hija mas pequeña, -solo eso hizo-, se empeñaba en mandarla al cielo en aburrida y monótona letanía.

 La madre del general, digna heredera de Marcelina, hacia de enfermera poniéndole las inyecciones y limpiando la poca ropa que había, para preparar una digna mortaja.

 El abuelo del general, ¡era una delicia!; ahora en la lejanía del tiempo, el militar reconoce la valía de aquel hombre, su querido abuelo.

Reconoce en el a los genes heredados: era travieso, cariñoso, divertido, humano…así era el abuelo del general.

 Como ya se ha indicado, se llamaba Valentín.

Hombre enjuto, de pelo blanco,- las fotos de la época lo dicen-; sin ser alto, al general le parecía, como una enorme montaña.

 

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