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Al terminar tan colorista desfile, la tropa en perfecta formación,
emprendió el regreso al cuartel, cansados por las emociones del día.
Esa noche el general, soñó que el toro que lo atropello a el, era lidiado
por un señor de vestido raro y reluciente que de un una certera estocada,
lo dejo tendido en el suelo, mientras su sangre de gasolina y aceite,
empapaba la arena de el albero.
A continuación las mulillas, de sonoros cascabeles, sin honorífica vuelta
al ruedo, lo llevaban hasta la sala de despiece.
Una amplia sonrisa, se dibujaba en los labios del general, mientras su
ángel, dando un profundo suspiro, pudo comenzar, su merecido descanso.
¡¡¡ Emilioooooo…la Pelos!!!
¡Márchate, Pelos…! dejare la puerta entre abierta… jejejeje…. |
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